Cuando se es más consciente de las experiencias emocionales, las decisiones que se toman son mejores.
Por Mario Alberto Bernal Ayala
Psicólogo, Facilitador y Coach
En su libro Emociones y sentimientos (2017), Daniel López Rosetti, señala que los seres humanos somos seres emocionales que razonamos, bajo esta referencia teórica, la inteligencia emocional es definida como el espacio donde acontece la educación y la gestión de las emociones que hacen posible la interacción efectiva, eficiente y eficaz con sigo mismo y con los demás.
La importancia de la inteligencia emocional radica en que esta permite identificar y describir las emociones y su utilidad se evidencia al momento de tomar decisiones ya que el 85% de la toma de decisiones es netamente emocional y solo el 15% es racional.
El proceso de gestión de las emociones comienza cuando se es consciente de lo que las diferentes experiencias de la vida provocan. Implica poseer la capacidad para identificar lo que se experimenta físicamente, reconocer los pensamientos que se generan, describir los comportamientos que se emiten y lo que se consigue cuando estamos en medio de una experiencia emocional. Cuando se es más consciente de las experiencias emocionales, las decisiones que se toman son mejores.
Luego de ser conscientes de las experiencias emocionales, el siguiente paso es aprender a regularlas, que contrariamente a lo que muchos señalan, no se trata de controlar, más bien, se trata de regularlas y gestionarlas, darles un adecuado desarrollo y un buen tránsito que les permita cumplir con efectividad la función que deben desempeñar en el momento en el que surgen.
Todas las emociones son necesarias e importantes, incluso la ira, a la que muchas veces se enseña a reprimir. El problema no está en experimentar la ira, sino en expresarla inadecuadamente sin causar daño. La ira es un motor de fuerza inmediata, todas las emociones son inmediatas, duran 90 segundos y posteriormente, al mezclarse con un componente cognitivo, se convierten en un sentimiento. Cuando se es más consciente de la experiencia emocional, se adquieren más y mejores herramientas para poder gestionarlas.
Una de esas herramientas, exportada desde el mundo infantil, es el semáforo de las emociones. El mensaje de luz roja es: “para, detente, porque puedes decir o hacer algo que puede afectarte a ti o lastimar a otros”. La luz amarilla permite ingresar en una zona de calma donde es posible respirar, contar hasta diez (o hasta cuanto haga falta) y pensar en la mejor solución. La luz verde es señal de que ha llegado el momento de resolver y de actuar.
Las emociones pueden agruparse en dos bloques según su función: protección y defensa, con emociones como la tristeza, el temor, la ira y el asco y aproximación y gratificación donde están presentes la alegría, la sorpresa y la calma. Es importante recordar que, aunque se mencionaron siete emociones, el sistema emocional está compuesto por más de quinientas experiencias emocionales y el reto es incrementar el vocabulario emocional para poder expresarlas.
En resumen, 5 pasos componen el proceso de gestión emocional y estos son:
- Aprender a ser conscientes de la experiencia emocional.
- Ponerle un nombre.
- Expresarla asertivamente.
- Generar empatía con las emociones de los demás.
- Regularlas adecuadamente para establecer un ambiente emocional saludable.