Una tortuga es mucho más veloz que quien no se mueve.
Gerardo García
Facilitador / Coach
La especie humana está llamada a evolucionar y, para alcanzar ese propósito, requiere de una elevada capacidad de adaptación al cambio. Los cambios están presentes en todos los ámbitos de la vida, por lo tanto, quienes no se adaptan a las exigencias permanentes de este proceso continuo, están condenados a extinguirse; dicho de otro modo, quien no va con el tiempo, con el tiempo se va”.
Esta capacidad adaptativa está relacionada con la habilidad para visualizar escenarios futuros y leerlos en función de proyecciones y posibilidades, sin dejar de vivir el momento presente y mientras se aguarda la llegada de ese futuro visualizado. Otra ventaja de poseer esta capacidad es que previene el hecho de ingresar a una zona de confort en la que el cambio es visualizado como una amenaza.
Aún cuando la adaptación al cambio es una condición inherente al ser humano, no todos la alimentan y potencian de la misma manera, ni en el mismo nivel. Esto se evidencia, metafóricamente, en el hecho de que, a lo largo de la vida, las personas habitan una serie de «vientres» en los que va siendo gestado hasta ser «alumbrado» a una nueva y distinta realidad, que, después de un tiempo indeterminado, terminará convirtiéndose en un nuevo «vientre». En cada «alumbramiento» la adaptación es una condición necesaria para la «subsistencia», la misma que permite que la persona aprenda, se mueva y escale.
La adaptación implica evitar sentirse anquilosado y excesivamente cómodo en cualquiera de los «vientres», temiendo el cambio y sin dar movimientos hacia nuevas circunstancias que permitirían seguir creciendo. La adaptabilidad también implica velocidad para correr hacia adelante y claridad para tomar buenas decisiones; ha de quedar supremamente claro que una tortuga puede ser mucho más veloz que quien no se mueve.
Finalmente, conviene señalar que el cimiento sobre el que se edifica la adaptación es el autoconocimiento, ya que, como señala John Maxwel (1), el secreto del crecimiento no está en trabajar sobre las debilidades, sino en identificar las fortalezas y construir sobre ellas. Lo que no se conoce de uno mismo, no puede ser utilizado a favor de uno mismo; si no se conoce lo que aqueja, entonces, no será posible conocer cuánto daña. Recuerda que el mayor de los favores que una persona pueda hacerse a sí mismo es ser flexible para someterse al escrutinio del autoconocimiento que permitirá mejorar los diálogos internos, madurar las oportunidades de mejora y encauzar el río del pensamiento.