Las ovejas esperan que alguien las guie. No salen de su rutina cotidiana. Las fronteras de su geografía y de su mente les hace sentir seguras en un mundo donde los riesgos aparentemente no existen.
Las ovejas que describimos son hombres convencidos de que la vida mejor es posible siendo parte de la manada. Ser diferente es ser transgresor; se corre el riesgo de ser desautorizado, desconocido y expulsado por la manada que asume comportamientos autoritarios. La manada aniquila al individuo que quiere marcar la diferencia.
La máxima expresión que alcanzan las ovejas es el balido como súplica. Les mueve el hambre. Para no morir, consideran que es mejor someterse al poder de los tiranos que los alimentan con migajas. Les mueve el miedo provocado por sus propios fantasmas; por eso, se ponen en las manos de extraños que las manipulan a su gusto. Las ovejas están dispuestas a renunciar a sí mismas para vivir la vida de otros.
A simple vista, ovejas y líderes son de la misma naturaleza; sin embargo, no tienen semejanza.
La biología del líder funciona a otro ritmo. Sus emociones se mantienen positivas. Generan vínculos de profunda amistad. Tienen pensamientos que motivan a la proactividad. Actúan recreando e innovando. Confían en los otros con los que pueden compartir la visión de una tierra prometida. Desbordan un espíritu emprendedor.
Los líderes se conectan consigo y se unifican. Son conscientes de su propia realidad y la asumen responsablemente. Trabajan para que todo lo que son funcione de modo armónico. La fuerza de voluntad es el centro en el que confluye la energía del cuerpo y del alma.
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